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Mostrando entradas de 2021

Xanga.

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Tenía miedo. A la caída, a desaparecer, a una intensidad que me supera y me hace sentir que enloqueceré. Vuélvete el agua para no ahogarte en ella, me dije la última vez, pero sentí que me ahogaba. ¿Entonces? Luego del Kambó, mientras me recuperaba de ese malestar profundo, apareció una imagen. No se me había ocurrido hasta entonces, pero fue muy clara: estás rodeado de amor, pensé,  de gente que te ama y está pendiente de ti. Cecilia te ofrece la medicina amorosamente, y tú puedes recibirla amorosamente. ¿Sería suficiente? Pero unido a ese pensamiento llegó otro, más poderoso: ¿y si vas al viaje, a lo desconocido, también para otros? ¿Si en lugar de lanzarte buscando algo para ti, te lanzas también para que otros sanen lo suyo? Otros que tenían nombre y rostro. Lía y Mónica, sobre todo, pero también otras y otros cercanos a mi vida: familiares y amigos. Matilda, incluso,  que estuvo a mi lado (y encima de mí) cada sesión. ¿Si hago este viaje también para ellas y ellos? Y entonces el m

Kambó.

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Purificarse, dicen. Limpiar del cuerpo y del espíritu lo acumulado, lo que no me pertenece y se quedó allí, ensuciándome. Entonces, el veneno de una rana entrando a mi cuerpo, para que mi cuerpo, al defenderse, expulse lo que ya no sirve. Una, dos, tres... seis pequeñas quemaduras en mi hombro izquierdo. En cada una, un poco de veneno. Poquísimo. Pero es poderoso. No hay que esperar más que unos minutos para que viaje por todo el cuerpo a través de la sangre.  Fuego desde el centro de mi cuerpo, desde las tripas. Inicio de erupción. El corazón cabalga. Me encojo, me meto en mí, me doblo ante el poder del veneno. Soy un cuerpo adolorido y sufriente, el sudor me empapa, corre por mi cara y mi cuello, la vista se nubla, los miembros se entumen. No puedo pensar en nada que no sea este hundirme en un lodo espeso. No puedo alzar la cabeza, no puedo enderezar mi espalda, me meto en mí dolor. Nausea insoportable. Vómito que me vuelve del revés como calcetín usado. Me vacío de mí, me vuelco. Qu

Sapo de nuevo

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  ¿Podré? Una idea me acompañaba: la única forma de no ahogarse en un torbellino de agua, en un mar embravecido, es volverse agua. Dejar de ser el que se ahoga y ser el agua. Así llegué. No puedo decir que fuera hermoso, como le ocurre a otros. Ni un poquito. ¿Cómo puede ser hermoso morir? Esa pequeña ficción a la que llamo Yo se disuelve en unos instantes. Entonces, el abismo, la caída, el miedo más puro a dejar de ser. Pero no fue como la primera vez, ese horror absoluto; había un pedacito de confianza, un intento por soltar. Yo luchando de nuevo por no desaparecer, y desapareciendo. Al ir volviendo, el descubrimiento: el demonio o aquello que yo creía que era el demonio solamente era yo. La negrura de sus ojos, solo eran mis ojos; su rabo solo era una manita saludando; sus cuernos, mis orejas. El demonio no era el demonio sino el dibujo que me hizo Lía para cuidarme en el trance. Entonces, un llanto desgarrador que me nacía del alma. ¿Hace cuánto que lucho con el demonio sin saber q
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Hace unos días, estuve en una experiencia de medicina tradicional. Fue aterrador. No se me ocurre otra palabra, y es que la experiencia tiene mucho de indecible. Aterrador. La experiencia completa supone tres sesiones como la que viví. Tengo miedo. Me nacieron preguntas y voces encontradas. Una dice: termina lo que empiezas, no huyas. ¿Cómo sabrás lo que tiene para ti si no vives la experiencia completa? La otra voz dice: ¿Por que exponerte de nuevo a algo tan espantoso? Quizá ese camino no es el tuyo. El miedo te avisa algo. Entonces, casi sin darme cuenta, abrí un libro de poesía que estaba sobre la mesa. Un poema al azar. De un tal Bernard Noël. Esto es lo que leí: hay que decir no al no hay que volver a atravesar la piel y vaciar afuera todo ese adentro hay que plantar los ojos del lado rojo del desollado y lamer el cuello de sus vértebras y caer en ese agujero hay que sacarse los ojos para beber la mirada de los ancestros y la distancia entre el fin y el principio hay que hacerlo 
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  El sabio baila su sabiduría ¡Qué lindo baila! Hasta que el espejo escupe su verdad callada: eres una máscara, le dice, unos bigotes falsos, bastón de utilería. Tras la máscara hay la nada vértigo de tan vacío negrura. El sabio deja de bailar. Luego de mil años y otros mil, es una piedra es nervadura de hoja seca es lo que queda. El sabio ya no es sabio pero baila ¿Qué otra cosa puede hacer si nada sabe?
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 Fui por primera vez. Allí. ¿Qué dónde es allí? No lo sé, imposible saberlo. Dicen tantas cosas: que allí es Yo, que allí es donde no hay Yo, que allí es Nada, que allí es Todo, que allí es Dios. Dicen que allí es hermoso, es la paz, es la unidad... Fui por primera vez allí. Fue aterrador. Un inhalar que se transforma en caer, en asomarse al abismo, en fragmentos de muerte, en locura. No hay tiempo de prepararse por más que me haya preparado. No podía saber de ese allí. ¿Cómo podría? Veo doble, veo un cambiar vertiginoso, veo la realidad disolviéndose, doblándose, fragmentándose. Es más real que lo real. Es, insoportable. Tanto que creo que voy a explotar, no es posible que aquello quepa en mí. Querer meter el océano en el vasito endeble que soy. Me rompo. Mi cabeza gira de modos imposibles. Grito sin poderme contener pero mi grito sale de un lugar que no soy yo, de un lugar hondísimo. Repito: No no no no no no no. Repito: me estoy muriendo me estoy muriendo. Repito: Sáquenme de aquí.
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  En cada cosa hay otro lado que mis palabras nunca alcanzan, así como las huellas en la nieve no son la nieve que las cubre, así como mi nombre no soy yo sino el disfraz que me resguarda.   Tiene la flor un otro lado como el oculto de la luna, en la palabra agua está la sed, en donde digo yo solo hay preguntas. ¿No es el lenguaje laberinto? ¿Desfiladero en la neblina? ¿No es el poema un pobre intento que desemboca en la derrota? Si digo pan sigo con hambre, Si digo yo me encuentro al otro, Si digo luz nada se enciende. Si digo dios nombro su ausencia.   En cada cosa hay otro lado que mis palabras nunca alcanzan.

Como un bosque, como un río, como un cuerpo.

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  Llegaste a un mundo de palabras y de libros. Me refiero a nuestro pequeño mundo, el que tu madre y yo nos construimos desde antes de que llegaras. Cuando aún no eras ni una idea ya coleccionábamos libros para niños. Nos conmovían y divertían sus historias y sus ilustraciones. Era nuestro intento inútil de agarrarle a la infancia por la cola para que se quedara. Los libros son historias que otros nos cuentan, son mundos dentro del mundo, son las personas que los escriben. Eras diminuta cuando te leíamos el cuento de Miffy. No pasaban demasiadas cosas. Contaba un día en la vida de una familia de conejos. Te quedabas absorta mirando las ilustraciones y escuchando la historia que repetíamos una y otra vez. Algo misterioso fluía de las páginas a ti y de regreso. Un día, simplemente extendiste tus manos para coger el libro. Lo leíamos a diario y en cuanto lo mirabas te emocionabas de tal forma que se te aceleraba la respiración y estirabas y encogías tus piernas de ranita. No era fácil q

Veinte

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    ¿Por qué aquí y no allá, en la otra orilla? ¿Por qué raíz hondura en tierra sed de adentro?   Allá también la vida sí pero muy otra: las olas, dicen, sus ráfagas de espuma, aire en el rostro, dicen, vértigo caída.   La tierra sabe ser también un laberinto lugar donde la espiga   asoma temblorosa aquí dimos a luz a sombra dimos fuimos cuenco aquí   fuimos el somos sabemos ser seguimos siendo   No quiero allá y aunque lo quiera no lo quiero, sino este aquí donde ella y tú donde lo azul donde contigo.

14 de febrero

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Sí, porque hace falta desmontar la construcción del amor romántico, esa maquinaria ideológica que fabrica y moldea afectos e identidades que replican la violencia, la posesión, el patriarcado.  Pero hoy también pensar en aquellos que no caben en ese juego, que han quedado excluidos porque la maquinaria los ha hecho a un lado. Mientras unos festejan hay quienes quedan fuera de los cursis juegos del amor siempre: l@s fracasad@s, l@s perdedor@s, los que no caben en los estereotipos físicos que hacen posible ser deseados, por fe@s, por gord@s, por viej@s, por diferentes. La chica abandonada en el tercer mes de embarazo, la persona gay en un espacio conservador e intolerante, la mujer que vive violencia de parte de su pareja, la persona que fue abusada sexualmente y carga con la herida, la persona trans en un pueblo pequeño, la persona con alguna discapacidad a la que tratan como niñ@ o como incapaz de amor, la persona realmente sola, el anciano abandonado, la que tiene que buscar como saci

El carnaval.

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Miro el extraño mundo de los terapeutas en estas épocas aún más extrañas. Lo que hacemos para llamar la atención, para ganar likes , para vendernos. Me asombro, me río, me enojo, todo a la vez. Disfraces, máscaras, antifaces coloridos y no tanto con que salimos a mostrarnos. Con el tiempo identifico formas, especies, colores típicos: la Soy tan Original y Excéntrica, el Intelectual Yo Puras Cosas Profundas, la Chamana Hija de la Pachamama, el Rebelde a mí las Teorías no me sirven, la Bella y Enigmática, el Tengo Muchos Títulos y soy Especialista en todo, la Siempre Optimista Sonrisa Desplegada, el Hipster Yo te llevo al Éxito, el Galán que peina Canas y guiña a sus admiradoras... tantos y de tantos colores. Me divierto y hago corajes y me indigno yo solito. Pero luego claro, termino mirándome a mí mismo. ¿Yo de qué me disfrazo? ¿Cuáles son mis máscaras? ¿Qué vendo, discreta o descaradamente? Me sorprende mi lista: yo soy o invento ser el siempre sereno y en mi centro, el que dice cosas

Cuerpos insumisos

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                Quizá es necesario recuperar el derecho a ser los cuerpos que somos, tal y como somos, grandes o pequeños, gordos o flacos, con sus capacidades y discapacidades, con sus historias que inevitablemente dejan marcas, cicatrices, huellas. Quizá es necesario derrumbar a golpe de cuerpos reales la exigencia absurda de ser ese cuerpo hegemónico, discriminador e inalcanzable que se nos impone. Quizá es necesario redescubrirnos bellos, cuestionando que exista una sola forma de belleza, comprendiendo que la belleza no es sino una particular relación entre quien observa y lo observado, una relación que se abre al asombro, la compasión y la ternura.  Me  gusta la invitación  de Lucrecia Masson a revelarnos, a encontrar nuevas formas de ser cuerpos, formas indómitas y disidentes, a volvernos “Visibles, desobedientes, disidentes de la norma que nos impone una sociedad que estandariza y controla cuerpos y deseos, que define lo bello y lo sano (…) Es necesario atentar contra la matri

Lo demoniaco.

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  Si lo erótico es el impulso vital que nos invita a salir de nosotros, lo  demoniaco  es la fuerza perturbadora que nos saca sin contemplaciones. No están separados, sino en estrecha unión.  El concepto de lo demoniaco es un aporte de Paul Tillich que vale la pena aclarar: lo demoníaco no es lo satánico; esto último es la existencia de lo absolutamente destructivo, mientras que lo demoníaco es lo ambiguo, lo creativo y lo destructivo mezclados confusamente y que resultan inseparables.  Lo demoniaco vive en lo humano, está allí a la espera y aparece a veces con una fuerza que nos asombra al mismo tiempo que nos asusta. La experiencia sexual puede llevarnos hacia allá, no siempre, no desde el principio, pero puede. Un beso lleva a otro beso, una caricia convoca a otras, el deseo crece. Elegimos lo que hacemos, paramos y reiniciamos, sabemos, controlamos, matizamos, retrocedemos. La voluntad está presente y es parte del encuentro. Pero a veces la fuerza de lo que experimentamos crece d