Hace unos días, estuve en una experiencia de medicina tradicional. Fue aterrador. No se me ocurre otra palabra, y es que la experiencia tiene mucho de indecible. Aterrador.
La experiencia completa supone tres sesiones como la que viví. Tengo miedo. Me nacieron preguntas y voces encontradas. Una dice: termina lo que empiezas, no huyas. ¿Cómo sabrás lo que tiene para ti si no vives la experiencia completa?
La otra voz dice: ¿Por que exponerte de nuevo a algo tan espantoso? Quizá ese camino no es el tuyo. El miedo te avisa algo.
Entonces, casi sin darme cuenta, abrí un libro de poesía que estaba sobre la mesa. Un poema al azar. De un tal Bernard Noël.
Esto es lo que leí:
hay que decir
no al no
hay que volver a atravesar la piel y vaciar afuera todo ese adentro
hay que plantar los ojos del lado rojo del desollado
y lamer el cuello de sus vértebras
y caer en ese agujero
hay que sacarse los ojos para beber la mirada de los ancestros
y la distancia entre el fin y el principio
hay que hacerlo aún sin querer
a pesar de los libros y el dolor
apesar de la piedra negra de lo oculto y los alfabetos de la videncia
y el pliegue de la simetría
y el sentido único del corazón.
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