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Mostrando entradas de septiembre, 2020

La sexualidad light

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La sexualidad, sin profundidad ni misterio, sin la numinosidad que podía tener, se vuelve algo sin peso ni profundidad, se vanaliza. La sexualidad, entonces, es solo un entretenimiento, un modo de combatir el aburrimiento, una diversión semejante a sentarnos en un sillón a ver la serie de moda. La sexualidad, entonces, es una búsqueda de sensaciones fuertes, descargas de adrenalina que nos recuerden que estamos vivos. Algo parecido a subir a la montaña rusa para bajar despeinados y con el corazón cabalgando. La sexualidad entonces, es una pista de pruebas, una carrera para demostrarnos algo, siempre algo más: que somos capaces de atraer, que podemos seducir, que nuestro desempeño está a la altura, que podemos conseguir alguna de esas marcas que hoy se nos exigen. Pero ya sea entretenimiento, búsqueda de sensaciones o pista de pruebas, al final nos deja insatisfechos. ¿Eso era todo? Porque en el fondo nada nos pasó, nada fue acontecimiento. La vivencia llegó y se fue sin dejar huella o

Tiempo de zarpar

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  ¿Cómo construimos esta especie de páramo, este desierto, esta “intemperie”, como le llama Josep Maria Esquirol? ¿De qué modo participo creándola o dejándola estar, acomodándome a ella? No quiero más de esto. No quiero mirar hacia otro lado y alzar los hombros. No quiero resignarme. “Cuando alguien con voz rendida piensa que ‘así son las cosas’ –dice Carlos Skliar- toda redondez se vuelve terco cuadrado, la lluvia fina se hace torrencial, los senderos se tornan fronteras y la ternura demora demasiado en regresar”. Así que hago lo que puedo hacer, lo que sé hacer, que es poner mi palabra y tratar de conversar contigo que estás al otro lado de la página.  ¿Qué sucede con la sexualidad en este inicio del siglo XXI? ¿Cómo se transforma? ¿Hacia dónde se mueve? ¿Qué tipo de educación sexual hay que crear para atravesar por estos cambios? ¿Qué ética se vuelve urgente para que la sexualidad amplíe las posibilidades de lo humano en lugar de limitarlas? Sería absurdo suponer que tengo respu

Obediencia.

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  "Obedeced, como en manos del artista obedece un instrumento", dijo el cuervo de mi infancia. "Si la obediencia no te da paz, es que eres soberbio", dijo el cuervo y sonrió dulcemente. "No amas la obediencia, si no amas de veras el mandato, si no amas de veras lo que te han mandado", graznó agitando su negrura. Yo obedecí porque quería ser parte, porque temía la reprimenda, porque a veces, obedecer es un camino fácil y cobarde. Sé que a mis padres, tus abuelos, alguna vez los elogiaron por lo obediente que yo era.  "El que obedece no se equivoca", decían aquellos tan satisfechos de entregar su voluntad a otro, al que sabe más, al que conoce el camino, al que siempre desea tu bien, al poderoso. Yo obedecí.  Obedecer es agachar la cabeza, mover el rabo, lamer la mano del que ordena. Y entonces el que ordena te soba la cabeza, te lanza las croquetas, o cuando menos no te da de palos. A cambio de esa obediencia hubo aplausos, no voy a negarlo, puert