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Mostrando entradas de marzo, 2020

Ejercitarse en la fragilidad.

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Caminar por una larga linea de maskin pegada en el piso, poniendo atención a cada paso. Imaginar que camino el borde de un abismo, que el más pequeño titubeo podría ser mortal. Recoger hojas secas, muchas, todas las que pueda. Con ellas, hacer un mandala en algún lugar a la intemperie o al menos con la ventana abierta. Cuidar los detalles, las medidas, la simetría. Dejar que el aire destruya mis intentos. Si logro terminarlo, sentarme en algún lugar donde pueda contemplar como el aire lo deshace. En la noche, cubrir mis ojos de modo que no pueda ver absolutamente nada. Recorrer cada habitación de la casa. Cambiar un libro de un lugar a otro, servirme un vaso de agua, guardar los zapatos. Hacer un autorretrato. Coger un lápiz y una hoja en blanco, mirarse al espejo y dibujarse a sí mismo lo mejor que se pueda… pero hacerlo con la mano izquierda si eres diestro o con la derecha si eres zurdo. Elegir una fotografía en la que yo aparezca, una impresa. Buscar el modo d

Buenos y malos.

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En estos días de indignación femenina lo escucho en diferentes lugares: "No es una lucha de mujeres contra hombres sino de buenos contra malos". Casi suena bien. Casi. Porque luego pienso que cuando se habla de buenos y malos siempre nos colocamos entre los primeros. Los malos siempre son aquellos que no son nosotros. Los malos siempre están allá, en la acera de enfrente. ¿Eso es cierto? Cuando digo que es una lucha de buenos contra malos y asumo que los malos son otros, me hago a un lado del problema. Yo no soy el que golpea, viola, mata. Entonces dejo de mirar mis propias actitudes sexistas, machistas, homofóbicas: las cotidianas, las sutiles, las de todos los días. Cuando digo que es una lucha de buenos contra malos, dejo de mirarme a mí y me siento a salvo. Pienso, como Joan Carles Melich que "Ser ético es nunca tener la conciencia tranquila".