Xanga.
Tenía miedo. A la caída, a desaparecer, a una intensidad que me supera y me hace sentir que enloqueceré.
Vuélvete el agua para no ahogarte en ella, me dije la última vez, pero sentí que me ahogaba. ¿Entonces? Luego del Kambó, mientras me recuperaba de ese malestar profundo, apareció una imagen. No se me había ocurrido hasta entonces, pero fue muy clara: estás rodeado de amor, pensé, de gente que te ama y está pendiente de ti. Cecilia te ofrece la medicina amorosamente, y tú puedes recibirla amorosamente. ¿Sería suficiente?
Pero unido a ese pensamiento llegó otro, más poderoso: ¿y si vas al viaje, a lo desconocido, también para otros? ¿Si en lugar de lanzarte buscando algo para ti, te lanzas también para que otros sanen lo suyo? Otros que tenían nombre y rostro. Lía y Mónica, sobre todo, pero también otras y otros cercanos a mi vida: familiares y amigos. Matilda, incluso, que estuvo a mi lado (y encima de mí) cada sesión. ¿Si hago este viaje también para ellas y ellos? Y entonces el miedo cambió. No es que no estuviera, que allí estaba, pero tenía un sentido diferente. Incluso dejé de pensar: "Que sea suave" y pensé: "Que sea como tenga que ser".
Inhalé bien hondo porque no inhalaba solo por mí. El mundo se desdibujó. "Otra inhalación, Francisco", dijo Cecilia y traté de hacerlo. Hondo. Me fui. Esta vez no fue una caída brutal y aterradora sino un adentrarme en algo rojo y naranja que transformaba su forma a cada respiración. No es posible describirlo. Miedo, sí, pero un miedo más suave. No a morir sino a lo desconocido. No era una caída sino una expansión. Mi respiración llegaba desde diferentes sitios, si abría la boca para respirar, algo desconocido entraba por mi boca. Era un lugar intermedio, creo. Lo que estaba ante mis ojos no era la realidad, pero la realidad se colaba. Y estaban los otros en mí. Los nombraba. Lía. Mónica. Los demás. Matilda. Rojos y naranjas expandiéndose y contrayéndose.
Hasta ahora que lo escribo, me llega una imagen nueva que me saca una sonrisa. Estuve dentro de un corazón.
Después me entero que entré muy rápido, que el viaje fue cortito, que no me acabé toda la dosis. "Fue como tuvo que ser", dice Cecilia.
Raro. No hubo una revelación transformadora, no hubo un darse cuenta que me cimbrara todo, no hubo esa sensación de morir y renacer de los viajes anteriores. Pero ¿quiero eso?
Me quedo con la experiencia vivida. Por un ratito habitar con otros, con mis otros, en el corazón de un corazón. ¿El mío? ¿El de todos? ¿El de nadie?
No lo sé. No importa.
Comentarios
Publicar un comentario