Fui por primera vez. Allí. ¿Qué dónde es allí? No lo sé, imposible saberlo. Dicen tantas cosas: que allí es Yo, que allí es donde no hay Yo, que allí es Nada, que allí es Todo, que allí es Dios. Dicen que allí es hermoso, es la paz, es la unidad...

Fui por primera vez allí. Fue aterrador. Un inhalar que se transforma en caer, en asomarse al abismo, en fragmentos de muerte, en locura. No hay tiempo de prepararse por más que me haya preparado. No podía saber de ese allí. ¿Cómo podría?

Veo doble, veo un cambiar vertiginoso, veo la realidad disolviéndose, doblándose, fragmentándose. Es más real que lo real. Es, insoportable. Tanto que creo que voy a explotar, no es posible que aquello quepa en mí. Querer meter el océano en el vasito endeble que soy. Me rompo. Mi cabeza gira de modos imposibles. Grito sin poderme contener pero mi grito sale de un lugar que no soy yo, de un lugar hondísimo. Repito: No no no no no no no. Repito: me estoy muriendo me estoy muriendo. Repito: Sáquenme de aquí. Y nadie me escucha. y sigo cayendo y volviéndome loco y muriendo de tanto que no me cabe. La velocidad de mi respiración es inhumana. 

Hay una guerra. El que dice No, me estoy muriendo, sáquenme de aquí; y a veces, por momentos, otro que dice: suelta, déjate ir, no te resistas, te estás sanando. Basta pensar eso para que todo cambie en una fracción de segundo y por unos instantes, cortísimos, dejo de gritar. Un parpadeo después vuelvo a caer en la locura, a gritar como poseso. Ya ya ya ya. Y otra vez a morirme y a querer agarrarme a algo: es una sustancia, pienso. Acabará. Y de nuevo al siguiente instante siento que no acabará nunca, que me estoy rompiendo, que de aquí no hay regreso.

Pero hay. 

De pronto, algo parecido a la realidad regresa. Aún no es la realidad, no del todo. Mis guardianes cantan y bailan a mi alrededor. A veces están disfrazados como los danzantes del baile de los viejitos, a veces en lugar de cara tienen una negrura total, a veces tienes rostros de piedra o de madera. Pero sé que estoy volviendo, porque puedo ver el cuadro de Laura, siento el piso, vuelvo a tener cuerpo. hay una mezcla de realidad y sueño que se sobreponen uno a la otra. ¿Cómo estás Francisco? No puedo contestar, no me sale la voz. Regreso de allí. ¿Por qué carajos decidí ir? Regreso. Escucho la música, la realidad se impone al sueño. 

Veo mis manos, son mis manos, un poco alargadas y como de viejo, pero son mis manos, paso la lengua por mis labios. Regreso. Pienso en que no paro de luchar esa guerra: el control y el soltar. Pienso: qué idiota, y me carcajeo. Pienso en cómo escribiré lo que viví y luego vuelvo a pensar: qué idiota, otra vez quieres convertir todo en escritura, y me carcajeo. Qué idiota. La carcajada se vuelve llanto y de nuevo carcajada y de nuevo llanto. ¿Desde cuando esa puta lucha?

Pienso: nunca más esta experiencia. Nunca más. Pienso: en quince días toca de nuevo. Pienso: no por favor, y luego, digo: así sea, digo: sí.

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