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Mostrando entradas de febrero, 2020

lo pequeño

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Lo pequeño. No los colores alucinantes del pavorreal, ni las mil voces del cenzontle, ni el glamour sofisticado del flamenco, ni el vuelo-no vuelo de la gaviota. ¿Qué tal el gorrión? Pajarito pardo de ojos como alfileres, esos saltitos con los que se mueve sobre el suelo, picotazos certeros en las migajas que alguna anciana dejó sobre la banqueta. Casi invisibles de tan comunes, sobrevivientes de la ciudad, instantánea quietud que, de pronto, se vuelve vuelo.

Solo Francisco.

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Hay quienes están siempre del lado de los grandes y los victoriosos. Son aficionados al equipo que tiene más campeonatos, se emocionan y aplauden cada gol del mayor goleador. Festejan que el invencible haya ganado de nuevo. Conozco algunos así pero no puedo entenderlos.Me parece, por decir lo menos, vulgar. Yo suelo estar del lado del débil, del que rara vez o nunca, gana. De Bolivia ante Brasil, de Andorra frente a Alemania, de David frente a Goliath. Y claro, casi nunca triunfan los míos, casi nunca gano yo; pero también sé que prefiero la derrota a estar del lado de los invictos. Mi pequeño mundo también tiene sus modos de grandeza y voracidad: saberlo todo, leer todos los libros, estar en todos los lugares, tener largos currícula, usar esa jerga extraña que nos hace parecer más sabios, acumular diplomas y títulos: Maestro, Doctor, Escritor, siempre antecediendo al nombre, como si se tratara de polvosos títulos nobiliarios: por aquí Señor Marqués, hágame el favor, Señora Condes

No.

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Miro alrededor. Miro desde donde puedo mirar, es decir, desde mí, desde mis ojos miopes, desde el lugar y el tiempo que habito. ¿Se puede mirar desde otro sitio? Quisiera mirar desde fuera pero es imposible: no puedo estar sino aquí, soy parte, uno entre muchos, otro. Pero si no puedo salir, quizá puedo construirme una burbuja, siempre fugaz, siempre frágil y mirar desde esa quietud inventada, ese paréntesis. Lo intento de nuevo. Miro alrededor: grandes edificios, anuncios espectaculares, enormes pantallas planas, gigantescos centros comerciales, mucha prisa, el tiempo es dinero, otros ya nos llevan la delantera, jamás estar ocioso, la inacabable persecución de la excelencia (¿Qué diablos es eso?), el éxito, el logro, la breve fama, mucho ruido, noticias, campañas, publicidad, voces que se enciman unas a otras y que se pretenden dueñas de la verdad, luces brillantes que invitan siempre, que deslumbran y seducen. Miro perplejo esto que miro (sí, dentro de la burbuja). A veces