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Mostrando entradas de octubre, 2021

Xanga.

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Tenía miedo. A la caída, a desaparecer, a una intensidad que me supera y me hace sentir que enloqueceré. Vuélvete el agua para no ahogarte en ella, me dije la última vez, pero sentí que me ahogaba. ¿Entonces? Luego del Kambó, mientras me recuperaba de ese malestar profundo, apareció una imagen. No se me había ocurrido hasta entonces, pero fue muy clara: estás rodeado de amor, pensé,  de gente que te ama y está pendiente de ti. Cecilia te ofrece la medicina amorosamente, y tú puedes recibirla amorosamente. ¿Sería suficiente? Pero unido a ese pensamiento llegó otro, más poderoso: ¿y si vas al viaje, a lo desconocido, también para otros? ¿Si en lugar de lanzarte buscando algo para ti, te lanzas también para que otros sanen lo suyo? Otros que tenían nombre y rostro. Lía y Mónica, sobre todo, pero también otras y otros cercanos a mi vida: familiares y amigos. Matilda, incluso,  que estuvo a mi lado (y encima de mí) cada sesión. ¿Si hago este viaje también para ellas y ellos? Y entonces el m

Kambó.

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Purificarse, dicen. Limpiar del cuerpo y del espíritu lo acumulado, lo que no me pertenece y se quedó allí, ensuciándome. Entonces, el veneno de una rana entrando a mi cuerpo, para que mi cuerpo, al defenderse, expulse lo que ya no sirve. Una, dos, tres... seis pequeñas quemaduras en mi hombro izquierdo. En cada una, un poco de veneno. Poquísimo. Pero es poderoso. No hay que esperar más que unos minutos para que viaje por todo el cuerpo a través de la sangre.  Fuego desde el centro de mi cuerpo, desde las tripas. Inicio de erupción. El corazón cabalga. Me encojo, me meto en mí, me doblo ante el poder del veneno. Soy un cuerpo adolorido y sufriente, el sudor me empapa, corre por mi cara y mi cuello, la vista se nubla, los miembros se entumen. No puedo pensar en nada que no sea este hundirme en un lodo espeso. No puedo alzar la cabeza, no puedo enderezar mi espalda, me meto en mí dolor. Nausea insoportable. Vómito que me vuelve del revés como calcetín usado. Me vacío de mí, me vuelco. Qu

Sapo de nuevo

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  ¿Podré? Una idea me acompañaba: la única forma de no ahogarse en un torbellino de agua, en un mar embravecido, es volverse agua. Dejar de ser el que se ahoga y ser el agua. Así llegué. No puedo decir que fuera hermoso, como le ocurre a otros. Ni un poquito. ¿Cómo puede ser hermoso morir? Esa pequeña ficción a la que llamo Yo se disuelve en unos instantes. Entonces, el abismo, la caída, el miedo más puro a dejar de ser. Pero no fue como la primera vez, ese horror absoluto; había un pedacito de confianza, un intento por soltar. Yo luchando de nuevo por no desaparecer, y desapareciendo. Al ir volviendo, el descubrimiento: el demonio o aquello que yo creía que era el demonio solamente era yo. La negrura de sus ojos, solo eran mis ojos; su rabo solo era una manita saludando; sus cuernos, mis orejas. El demonio no era el demonio sino el dibujo que me hizo Lía para cuidarme en el trance. Entonces, un llanto desgarrador que me nacía del alma. ¿Hace cuánto que lucho con el demonio sin saber q