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Mostrando entradas de mayo, 2020

Los nuevos expertos.

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Tiempos de confinamiento. Tiempos críticos. Tiempos extraños. De pronto la red se llena de expertos en meditación, yoga, mindfulness, escritura creativa y un largo etcétera. También han aparecido muchos expertos en terapia en línea, ¿te has fijado? Cada día encuentro un nuevo curso para aprender a dar terapia en línea, pero... hasta hace unas semanas nadie parecía saber acerca de eso. ¿Cuándo aparecieron tantos expertos en ese tema? Quiero pensar que quienes los ofrecen llevan años trabajando en ese modelo, han tenido muchísimos pacientes a lo largo de varios años y además, tienen un sustento teórico suficientemente sólido para enseñarnos las diferencias, radicales y sutiles, entre el trabajo en persona y en línea. Sin embargo, por desgracia creo que no es así, que en la mayoría de los casos lo que hay es... improvisación o la repetición de algunos lugares comunes, el mismo viejo contenido con un nuevo envase. Creer que sabemos (que no es igual a saber) y que podemos enseñar (q

La magia es ver.

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Goran Petrovic es un escritor serbio capaz de crear a través de sus palabras una belleza extraña y tenue. Hace tiempo, justo el día de mi cumpleaños fui a la presentación de uno de sus libros. Es enorme y tiene cara de gigante bueno. Alguien le pregunta: ¿cómo haces para crear magia en lo que escribes? Y él responde: “Cada vez vamos perdiendo más partes de lo que somos, cada vez hay más cosas que no nos importan, que nos son indiferentes. Dejamos de ver los detalles. Y yo, estoy obsesionado con los detalles. El momento en que algunas motas de polvo vuelan despacio y son iluminadas por el sol. Eso es la magia. Para mí, la magia es ver”.

Lo sagrado.

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¿Dónde está eso que llaman Lo Sagrado? ¿Dónde se oculta Dios cuando se oculta? ¿O es que es tímido y se avergüenza de tanto ritual, tanta gente piadosa, tanto incienso, tantas palabras? ¿Por qué juega a las escondidillas? ¡Uno, dos, tres por Dios que está detrás de la puerta! Quizá Lo Sagrado no quiere estar en las muchas misas solemnes, ni en los rosarios interminables, ni en el viacrucis de Iztapalapa. Quizá Lo Sagrado está en el encuentro con los otros, en el sabor del mango de manila, en el cansancio generoso, en los ojos de Mónica, en el ombligo de mi hija. Y es que no creo en ese Dios enorme, barbado, masculino y con el ceño fruncido por toda la eternidad, no en ese siempre con mayúsculas, no en el que pide que se le sacrifique un hijo. Yo creo en el pequeño dios, el portátil, el de bolsillo, al que me puedo comer como a un durazno, al que puedo besar como a unos labios, al que puedo consolar como a mi hija.

El virus.

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Aprender que ésto, todo esto que vivimos, no es una nada, no es una pausa ni un paréntesis que suspende la vida por un tiempo. Aprender que esto también es la vida.