Reescribir la historia
Recibimos historias, las heredamos, cierto, pero
también podemos reescribirlas. Olvidamos ese poder creativo y con frecuencia
somos nosotros, nosotras quienes escribimos la misma historia una y otra vez.
“Tengo mala suerte con los hombres”, “Comprobé que todas las mujeres son
iguales”, “Todos los hombres buscan lo mismo”, “Tarde o temprano las relaciones
acaban en el mismo lugar”… frases que remiten a un callejón sin salida, a una
de esas ruedas donde los ratones corren sin moverse. ¡Pero somos nosotros
quienes escribimos nuestra historia! Al menos participamos en escribirla. ¿No
será que repetimos la misma historia porque una y otra vez la escribimos de la
misma manera? ¿No toca hacernos responsables de nuestras decisiones en lugar de
solo quejarnos por sus consecuencias?
Si una y otra vez busco a un príncipe azul y este no
llega ¿no será que debería buscar algo diferente? ¿No será que lo que busco es
una fantasía? Los príncipes azules, si existen, se relacionan con mujeres
débiles a quienes toca salvar y despertar porque son incapaces de hacerlo por
ellas mismas. Los príncipes azules, si existen, esperan la eterna gratitud de
la mujer a la que rescataron. Los príncipes azules buscan lacayos (no parejas)
que les sirvan como a los príncipes que son.
Si una y otra vez busco a la mujer de belleza
perfecta, inalcanzable, por la que hay que luchar para merecerla, aquella a la
que no le sobra ni le falta nada… ¿No será que busco a una muñeca inflable y no
a un ser real? Si esa mujer existe es posible que acabemos viviendo rodeados de
cosméticos, dietas, ropa de marca, revistas de modas. Las modelos de perfección
no buscan una pareja sino admiradores rendidos, pasarelas, ojos que no se
cansen de mirarlas.
Pero somos nosotros quienes buscamos aquello que ahora
nos lastima. ¿Y si escribiéramos una historia diferente?
No caigamos en la ingenuidad cursilona de la página en
blanco, esa que nos promete que a partir de ahora tenemos un cuaderno nuevecito
para reinventarnos. Nunca es así de fácil. No hay páginas en blanco ni somos
los autores únicos de la historia. Las páginas que recibimos están atravesadas
ya por la cultura en la que vivimos, por nuestra educación, por los
estereotipos que intentan encasillarnos, por las expectativas de los demás, por
el sistema heteropatriarcal, por nuestras propias heridas previas. Es en esas
páginas manchadas en donde escribiremos nuestras historias. Y es por eso que
escribirlas supone una dosis importante de conciencia, de mirada crítica, de
rebeldía. Se trata de escribir, muchas veces, en contra, en oposición,
subversivamente. Se trata de escribir enfrentándose a las voces que afirmen que
nuestras historias no son válidas. E implica darnos cuenta de que no escribimos
a solas, la idea de que solo yo soy el autor de mi historia es una fantasía del
individualismo. Siempre escribimos con otros, escribimos sobre otros, somos
escritos por otros. Somos a la vez el escritor y la escritura. Nunca somos
autores únicos, sino coautores. Eso implica elegir con quien, con quienes
quiero escribir esa historia. No es posible escribir una historia nueva con los
personajes de siempre. ¿Qué tan dispuestos estamos a cuestionar nuestras
propias historias?
Escribir una historia distinta supone también saber
que nunca se acaba de escribir la historia. Escribir es reescribir, es corregir
una y otra vez, eso lo saben los buenos escritores.
Ah, y no olvidar que solo en los cuentos de hadas y en
las malas novelas los personajes vivieron felices para siempre.
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