La terapia idealizada.
Leo a mis colegas terapeutas y me inquieta esa idealización del hecho estético en terapia. Leo las palabras que los terapeutas usamos para describir esa experiencia y me quedo al margen, espectador asombrado de algo que me parece puro romance y fantasía.
La terapia, dicen, se convierte en un poema, en una obra de arte, el encuentro de dos almas de las que surge una misteriosa alquimia que da por resultado la Belleza. Como si uno se sentara con sus acuarelas marca Bombín y su hoja en blanco y dijera: "A continuación haré una Obra Maestra". Cómo si uno se sentara con su cuaderno Scribe y su pluma Bic y pensara: "Y ahora escribiré la Gran Novela".
Yo miro aquello como algo inalcanzable. Pienso en mis alumnos y los imagino igual que yo, preguntándose cómo se hace para crear Belleza (así, con mayúscula) cada vez que se sientan ante el enigma que es cada paciente llevando consigo su (nuestra) carga de dudas y titubeos.
En el fondo hay una romantización del hecho terapéutico. Palabras que nos hacen creer poetas, artistas, alquimistas del sufrimiento. Quizá mis Musas, como las de Serrat, anden de vacaciones ¿O será que yo solo cuento con mi cuaderno Scribe, mis acuarelas Bombín, mi pluma Bic y mi plastilina Blancanieves y otros saben lo que yo no sé?
Nunca logro ser un artista ni rozar el Arte. En mis mejores momentos, soy, quizá, un artesano dedicado. La belleza está allí, claro, el arte, la poesía, pero siempre inalcanzables. Por más que brinco no llego y a veces nomás levanto polvo. Intento trazar una linea y me sale chueca. La palabra perfecta para el poema se me escapa siempre. Y cuando he rozado la belleza, apenas su borde, fue sin buscarla; simplemente ocurrió como un milagro fugaz y siempre irrepetible.
No quiero idealizar mi trabajo, no quiero enseñar a mis alumnos que son los cocreadores de Obras de Arte de 50 minutos. Quiero pensar que mi oficio es más sencillo y cotidiano, que la poesía es solo un referente, que la mayor parte de veces se falla, se tropieza, se queda lejos del ideal. Y que eso no evita que volvamos a intentar hacer un trabajo digno: un plato de barro con dos rayitas azules temblorosas, un cuenco de madera un poco desnivelado, un paisaje con sus arbolitos despeinados, unos versos que nunca logran rimar del todo.
... y a volver a intentar...
ResponderEliminarPaco gracias por tu blog, me hace reflexionar en el tema y poner los pies en la tierra mientras estoy frente al otro que en más de una ocasión es difícil estar, más me entrego a ello con lo mejor de mi y con ganas de acompañar donde nos encontremos ambos
ResponderEliminar