Intimidad

 




El otro, la otra, ante mí. Con su semejanza y con su diferencia, con ese modo brutal de no ser yo que me perturba y me descentra. Otro, otra que me convoca con toda la fuerza de su otredad. Llamada, imán, invitación y riesgo. Al mismo tiempo atracción y miedo, como ante el abismo.

Pero ¿qué es eso a lo que llamamos intimidad?

Una forma común de definirla, seguramente la has escuchado, es la siguiente: una relación de intimidad es aquella en la que dejo entrar al otro en mi mundo interior y soy invitado a entrar en el mundo interior del otro. Entras en mí y entro en ti. Nos permitimos entrar.

Al leerla me parece que dice algo, pero no todo, como si la experiencia de intimidad fuera difícil de poner en palabras, como si escapara a toda descripción. Es más bien una sensación, un color, una melodía, una forma de habitar la relación. Digo intimidad y más que definiciones llegan a mí gestos, lugares, palabras, silencios. Digo intimidad y veo la sombra de mi padre proyectada en la pared por la vieja lámpara de colores, huelo su olor a lavanda. Digo intimidad y recuerdo la historia de la cigüeña que me contaba mi madre cada cumpleaños antes de levantarme. Digo intimidad y percibo el olor a café recién hecho mientras Mónica, con el pelo húmedo, busca entre su ropa y no sabe qué ponerse. Digo intimidad y miro que los ojos de mi amiga Carolina se humedecen cuando le cuento que estoy muy cansado. Digo intimidad y siento en mi piel la temperatura del agua de la tina mientras mi hija me enjabona el pelo con sus dedos delgados. Sí: lugares, gestos, aromas, sabores, historias, silencios compartidos y siempre, siempre personas, otros cuyas vidas se cruzan, se enredan, se entretejen con la mía.

Tu existencia cocrea lo que yo soy y mi existencia cocrea lo que tú eres. Tú y yo nos cocreamos. Esto, me parece, da una nueva dimensión a la idea de intimidad. Para Gordon Wheeler es un modo de conocer y ser conocidos por el otro. Entonces, una relación de intimidad es aquella en donde yo te permito entrar en mi mundo interno para conocerlo, explorarlo y cocrearlo conmigo; y en donde yo soy invitado a entrar en tu mundo para conocerlo, explorarlo y cocrearlo contigo. Esto es, no solo entras en mi mundo como un testigo ni solo entro en tu mundo como un espectador que observa lo que hay alrededor, sino que ambos nos sabemos invitados a crear y transformar ese mundo al que tenemos acceso. Cuando te dejo entrar, estoy abierto a ser transformado por ti, a que participes de la creación de lo que soy. Y me sé con la posibilidad de hacer lo mismo. No solo somos testigos sino cocreadores uno del otro.


Comentarios

  1. Paco gracias por tu forma tan poética de tocar la intimidad 💙

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  2. Gracias Paco por tu hermosa y poética descripción de la intimidad 💙

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