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Los niños alfa

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  Hombre pequeñito, hombre pequeñito, Suelta a tu canario que quiere volar...   (Alfonsina Storni)   Si te asomas a las redes sin duda los encontrarás, basta abrir una rendija y ya se cuelan por todas partes: tienen videos, venden libritos, dan “sabios” consejos, pontifican, señalan con dedo acusador, dan clases de moral, se creen superiores al resto y aseguran que si los sigues podrás acceder a su Olimpo de juguete. Digo Niños, sí, con perdón de los verdaderos niños y niñas. Y es que al conocerles y al asomarse a su mundo, me es claro que si bien son misóginos, machistas y muchas veces violentos, también son sorprendentemente infantiles. Su discurso, su jerarquía, las imágenes que usan, sus “argumentos” son de una inmadurez que asusta. Niños jugando a ser grandes, a ser rudos, a ser conquistadores, a no necesitar de nadie. Me hacen recordar ciertos juguetes de mi propia infancia, los Aventureros de acción ; se trataba de muñecos que representaban la masculinida...

Después de la pandemia.

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Parece que no aprendimos nada de la pandemia. Por un momento, tuvimos la esperanza de que algo cambiara. La presencia de la muerte, su paso tan cerca de nosotros, el frío de su sombra. Un virus que nos hacía saber lo frágiles que somos, que nos mostraba que estamos vinculados a personas que no conocemos, que vamos en el mismo barco cósmico. Algo mejor debería surgir de esa experiencia. No fue así. Miro alrededor y lo que veo parece aún peor a lo de antes. Como si el legado de la pandemia fuera fortalecer eso que algunos filósofos llamaron la sociedad inmunológica: ver al otro, a la otra como peligroso o peligrosa, verle como una amenaza, como alguien que puede contagiarme. Entonces, cada uno a lo suyo. ¿El otro, al otra? ¿Qué importa esa abstracción que muere cerca de nosotros? Miro alrededor: La extrema derecha parece haberse fortalecido como nunca antes. Aparecen o se fortalecen los Milei, los Bukele, los Wilders, los Le Pen, los Vox. Y a su lado, aparecen los que aplauden su odio. L...

El rey de los plomeros

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Se llamaba Fernando Leal y era el rey de los plomeros. Lo que otros hacían en horas y con no sé cuánto equipo él lo hacía en unos minutos y con un pedacito de alambre. Llegaba siempre a las carreras, con su mochila a la espalda, pesadísima. Bajo de estatura pero fuertísimo. Hablaba poco. Lo suyo no era hablar sino resolver. Hacía y deshacía mientras yo, inútil de manos, lo miraba como quien mira el truco de un mago. Cobraba y se iba casi corriendo a salvar a alguien más. Lo busqué hace poco y supe que había muerto lejos de aquí, en Coahuila, creo. Su hijo, más dicharachero, me contó la historia. Fernando bebía mucho y cuando lo hacía podía desaparecer por meses. Luego iba a la iglesia y juraba y estaba sobrio también por meses. "Quién sabe qué haría en Coahuila mi jefe, pero así era, desaparecía y luego regresaba a jurar de nuevo". Me contó que su padre había sido luchador y que se rifaba en la Arena Naucalpan, una de tradición. "Cuando estaba bien seguía entrenano en un...

Machos progre o "No puedo limpiar el baño porque estoy muy ocupado deconstruyéndome".

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  Y a decía yo que no se puede escribir un libro así sin tener un espejo cerca. Hablar de los otros, señalarlos, siempre es fácil. Mi dedo índice, como el de la mayoría, tiende a lanzarse acusador siempre hacia los otros. Pero si hay un espejo cerca… ay. Supongo que soy un macho progre. No me gusta aceptarlo, pero lo soy. Quizá a veces lo soy menos, pero en cuanto me descuido, el macho progre que soy se asoma para hacerme ver lo endeble de mi congruencia. Es que soy una combinación extraña. Por un lado, vengo de una familia completamente tradicional y eso quiere decir, machista. Amo a mi familia, a mis abuelos, a mi padre, pero no dejo de ver el machismo presente casi en cada momento. Todavía hoy mi padre, sentadito en la mesa, pide, y mi madre corre a atenderlo. Mi educación formal fue, además de machista, misógina. Escuela religiosa de varones. Muy conservadora. La única mujer allí era la Virgen María, que de mujer tiene muy poco. El Guía Espiritual y Ejemplo a seguir en aque...

El Señor Nopi.

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    vi en mi alma la ceniza y la flama; vi en mi corazón un negro dios hambriento. (Marguerite Yourcenar)   No puedo ser optimista. No sé cómo. ¿Nací así o el mundo me fue haciendo? Soy, creo, como todos, el encuentro entre un yo siempre fugaz y lo otro, lo que no soy. Soy mi historia y lo que hago con ella, y otras historias que se me enredan, antiguas y nuevas, conocidas y desconocidas que también me van haciendo. Soy un tejido complejo y enredado de experiencias. Soy también lo que no sé de mí. ¿Quién no es también otros: nuestra familia, nuestros amigos, nuestros maestros? ¿Quién no es también lo desconocido? Hasta el día de hoy he sido alguien bendecido de muchas formas, siempre. Tengo relativa salud, una familia siempre presente, una pareja profunda y hermosa, una hija, amigos amadísimos, un trabajo, un techo. ¿Cómo no ser optimista, dirán muchos, ante tantas bendiciones? También me lo pregunto. Agradezco lo recibido y trato de tomarlo y no dejarlo i...

El sueño.

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Cuando desperté, deslicé los dedos por la funda de la almohada sin estar seguro si era real. El corazón aleteaba y la sensación de extrañeza lo llenaba todo. ¿Volví? ¿A dónde? ¿Qué es volver? En la primera parte del sueño, yo, mi pareja y mi hija intentábamos escapar de algo, no sé de qué. Salir del bosque en donde estábamos. Parecía imposible. Por más que caminábamos llegábamos siempre al mismo lugar, como si todos los caminos regresaran al lugar de dónde partimos. Una especie de laberinto sin paredes. Tratábamos de apoyarnos en algún punto en la lejanía intentando avanzar. Entonces, desde cierta altura vimos a Julieta y a Tere que, como nosotros, intentaban escapar.  Íbamos a llamarlas cuando desde el otro lado aparecieron otras Julieta y Tere, igual de perdidas que las primeras. ¿Otras? Empecé a comprender: en aquel bosque había realidades diferentes que se entrecruzaban. Había otros nosotros intentando escapar. Cuando llegábamos al mismo lugar quizá era porque esos otros nosot...

Solicitud

  SOLICITUD PARA   NO   SER ACEPTADO COMO MIEMBRO DEL OPUS DEI.     Por medio de la presente, el abajofirmante solicita encarecidamente no ser aceptado de modo alguno, ni ahora ni nunca, como miembro de la Prelatura denominada Opus Dei. Para sustentar esta solicitud, a continuación anexa su currículum vitae y/o declaración de principios, en la cual, y bajo juramento de decir la verdad –la pequeña y fugaz de este momento-, afirma:   Que nació en una ciudad brutal, caótica, antropófaga y maravillosa en donde todo, o casi todo, es posible; una ciudad donde, algunos días, hay un estruendo de pájaros en cada árbol, y otros, el pavimento amanece sembrado de esos mismos pájaros muertos por asfixia. Más o menos lo mismo que ocurre con la esperanza.   Que nació en un año de rebeldías e imaginanción, de matanzas y sueños malogrados, de conciencia recién parida.   Que vino al mundo bajo el signo de Escorpio, lo que augura una vida torme...