Lo sagrado.
¿Dónde está eso que llaman Lo
Sagrado? ¿Dónde se oculta Dios cuando se oculta? ¿O es que es tímido y se
avergüenza de tanto ritual, tanta gente piadosa, tanto incienso, tantas
palabras? ¿Por qué juega a las escondidillas? ¡Uno, dos, tres por Dios que está
detrás de la puerta! Quizá Lo Sagrado no quiere estar en las muchas misas
solemnes, ni en los rosarios interminables, ni en el viacrucis de Iztapalapa.
Quizá Lo Sagrado está en el encuentro con los otros, en el sabor del mango de
manila, en el cansancio generoso, en los ojos de Mónica, en el ombligo de mi
hija. Y es que no creo en ese Dios enorme, barbado, masculino y con el ceño
fruncido por toda la eternidad, no en ese siempre con mayúsculas, no en el que
pide que se le sacrifique un hijo. Yo creo en el pequeño dios, el portátil, el
de bolsillo, al que me puedo comer como a un durazno, al que puedo besar como a
unos labios, al que puedo consolar como a mi hija.
Pido que se nos permita conocer a ese dios que tu conoces y que me parece el mas cercano a cada uno de sus hijos. Si todos pudièramos verlo asì, creo que el mundo serìa mucho mejor.
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