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Mostrando entradas de 2024

Los niños alfa

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  Hombre pequeñito, hombre pequeñito, Suelta a tu canario que quiere volar...   (Alfonsina Storni)   Si te asomas a las redes sin duda los encontrarás, basta abrir una rendija y ya se cuelan por todas partes: tienen videos, venden libritos, dan “sabios” consejos, pontifican, señalan con dedo acusador, dan clases de moral, se creen superiores al resto y aseguran que si los sigues podrás acceder a su Olimpo de juguete. Digo Niños, sí, con perdón de los verdaderos niños y niñas. Y es que al conocerles y al asomarse a su mundo, me es claro que si bien son misóginos, machistas y muchas veces violentos, también son sorprendentemente infantiles. Su discurso, su jerarquía, las imágenes que usan, sus “argumentos” son de una inmadurez que asusta. Niños jugando a ser grandes, a ser rudos, a ser conquistadores, a no necesitar de nadie. Me hacen recordar ciertos juguetes de mi propia infancia, los Aventureros de acción ; se trataba de muñecos que representaban la masculinida...

Después de la pandemia.

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Parece que no aprendimos nada de la pandemia. Por un momento, tuvimos la esperanza de que algo cambiara. La presencia de la muerte, su paso tan cerca de nosotros, el frío de su sombra. Un virus que nos hacía saber lo frágiles que somos, que nos mostraba que estamos vinculados a personas que no conocemos, que vamos en el mismo barco cósmico. Algo mejor debería surgir de esa experiencia. No fue así. Miro alrededor y lo que veo parece aún peor a lo de antes. Como si el legado de la pandemia fuera fortalecer eso que algunos filósofos llamaron la sociedad inmunológica: ver al otro, a la otra como peligroso o peligrosa, verle como una amenaza, como alguien que puede contagiarme. Entonces, cada uno a lo suyo. ¿El otro, al otra? ¿Qué importa esa abstracción que muere cerca de nosotros? Miro alrededor: La extrema derecha parece haberse fortalecido como nunca antes. Aparecen o se fortalecen los Milei, los Bukele, los Wilders, los Le Pen, los Vox. Y a su lado, aparecen los que aplauden su odio. L...

El rey de los plomeros

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Se llamaba Fernando Leal y era el rey de los plomeros. Lo que otros hacían en horas y con no sé cuánto equipo él lo hacía en unos minutos y con un pedacito de alambre. Llegaba siempre a las carreras, con su mochila a la espalda, pesadísima. Bajo de estatura pero fuertísimo. Hablaba poco. Lo suyo no era hablar sino resolver. Hacía y deshacía mientras yo, inútil de manos, lo miraba como quien mira el truco de un mago. Cobraba y se iba casi corriendo a salvar a alguien más. Lo busqué hace poco y supe que había muerto lejos de aquí, en Coahuila, creo. Su hijo, más dicharachero, me contó la historia. Fernando bebía mucho y cuando lo hacía podía desaparecer por meses. Luego iba a la iglesia y juraba y estaba sobrio también por meses. "Quién sabe qué haría en Coahuila mi jefe, pero así era, desaparecía y luego regresaba a jurar de nuevo". Me contó que su padre había sido luchador y que se rifaba en la Arena Naucalpan, una de tradición. "Cuando estaba bien seguía entrenano en un...