Xanga.
Tenía miedo. A la caída, a desaparecer, a una intensidad que me supera y me hace sentir que enloqueceré. Vuélvete el agua para no ahogarte en ella, me dije la última vez, pero sentí que me ahogaba. ¿Entonces? Luego del Kambó, mientras me recuperaba de ese malestar profundo, apareció una imagen. No se me había ocurrido hasta entonces, pero fue muy clara: estás rodeado de amor, pensé, de gente que te ama y está pendiente de ti. Cecilia te ofrece la medicina amorosamente, y tú puedes recibirla amorosamente. ¿Sería suficiente? Pero unido a ese pensamiento llegó otro, más poderoso: ¿y si vas al viaje, a lo desconocido, también para otros? ¿Si en lugar de lanzarte buscando algo para ti, te lanzas también para que otros sanen lo suyo? Otros que tenían nombre y rostro. Lía y Mónica, sobre todo, pero también otras y otros cercanos a mi vida: familiares y amigos. Matilda, incluso, que estuvo a mi lado (y encima de mí) cada sesión. ¿Si hago este viaje también para ellas y ellos? Y ento...